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Adiós y hasta pronto por Marcelo Leites
¿De qué se despide Cisnero en este libro? ¿De una mujer? ¿De la que aparece mencionada como Annabel H o Anica? ¿O se despide, más bien de la memoria?
Sí, son veinticuatro poemas numerados (sin títulos) unidos por temas propios del repertorio poético, aunque predomina el amor, uno de los núcleos semánticos de esta obra.
El lenguaje es por momentos críptico, hermético “destronaremos al zar/y aboliremos el dinero” y austero, con muy poca adjetivación porque “los adjetivos representaban pequeños estorbos”. La tercera persona va narrando acontecimientos mínimos y la primera y la segunda están reservadas para la intimidad. Hay símbolos clásicos revisitados como el fuego, la ceniza, el agua, la página en blanco en la que se ve a Dios. Hay un notable uso del hipérbaton, que produce extrañeza en el sentido lineal. Hay aforismos: “Los animales que sufren se parecen”. La luz aparece por contraste con la sombra o con la oscuridad, atenuada, porque las cosas no resisten la luz plena. Pero no hay, parece decirnos Cisnero, despedidas definitivas, todo está presente de alguna manera en la memoria, y sus huellas quedan escritas: “Podés creerte a salvo del pasado/ es decir, te estaré esperando”.
Recomiendo calurosamente la lectura de este libro que habla donde no hay nada o sólo vacío, que habla con una precisa “lírica impía”, palabras para romper el silencio, “la más larga de nuestras extremidades”.
© 2014 by Azúcar Ramón