Acerca de
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El texto de advertencia al lector con el que se inicia este libro anuncia lo que los poemas de Alberto Cisnero mostrarán una y otra vez: la falta de garantías sobre la exactitud de la palabra. Nos instala entonces, desde el comienzo, en un acto de lectura cuyo camino de la sospecha se vuelve inevitable. Si esta serie abre un recorrido por un cuerpo en partes (mano, corazón, huesos, narices, ojos…), a ser verificado, y por su sonido (voz, bostezo, pulso), los mismos textos también se ofrecen —en su constante brevedad de seis versos, en su sintaxis, en las imágenes que se retoman— como prueba de que “se rompe en pequeños trozos algo/ luminoso y bello que el ritmo/ perdonó…”. Desde un comienzo plantea la escritura como forma de honrar a alguien cuya muerte se busca como excusa, de guardar múltiples vilezas. Sin embargo, también nos permite descubrir que una palabra “debería bastar”, aun cuando no pueda encontrarse la salvación y, de manera reiterada, sólo se trate de una eterna fuga. En pequeñas dosis a lo largo del libro, los versos anticipan la muerte del poema (el camino hacia las últimas palabras), pero también la niegan, o la postergan. Porque “tal vez no haya nada que recordar”, pero, como insisten la confirmación de las ondas de la piedra en el agua, la constancia de la luz o la fe en el propio pulso, siempre se impone la ocurrencia de un recuerdo.
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