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Las casas por Walter Cassara

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Ciertamente, escribir —como se afirma con agudeza en Yo el supremo, la célebre y extraordinaria novela de Roa Bastos—  “no es convertir lo real en palabras sino hacer que la palabra sea real.” Pero, para que la palabra expulse la entelequia que la ahoga, hace falta que la lengua sea cortada en carne viva, hace falta que no se embalsame en la propia transparencia etérea o etílica, hace falta que se oralice, se interiorice, ya que la paradójica conciencia de la escritura, después de todo, quizás sea solo eso: lengua incisa, habla interiorizada.

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© 2014 by Azúcar Ramón

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